El desastre del sistema político electoral en Chile
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El DESASTRE DEL SISTEMA POLITICO ELECTORAL EN CHILE
La crisis de representación no es una exclusividad de nuestro país pues en la mayoría de los países de todos los Continentes los electores rechazan las democracias fiduciarias, por consiguiente, la anti política ha logrado dejar en estado agónico los partidos políticos y, en la democracia electoral surgen fórmulas de aventureros de la política, producto de un derrumbe de la democracia, surgida en la política del pacto social.
Luego de varios siglos, la frase de J.J. Rousseau “no entiendo por qué los ingleses se creen libres porque votan regularmente, en períodos ordinarios”. Los ciudadanos no pueden enajenar su voluntad política en los representantes.
Lo ocurrido en Chile, (batió un récord de cuatro años en un debate constitucional), para regresar a la Constitución de 1980, limpiada por el entonces Presidente Ricardo Lagos, en 2005, sumada a una serie de reformas que eliminaron los últimos candados que le restaban a la Carta Magna, firmada por el dictador Augusto Pinochet, y que, según Jaime Guzmán Errázuriz, obligaría a los opositores a realizar lo mismo que la derecha política hubiera hecho. El fin de los senadores designados en la reforma de Lagos, el reemplazo del sistema binominal por el proporcional, (Victor d´Hondt), aprobada durante el segundo gobierno de la Presidenta Michelle Bachelet, ópera prima de Rodrigo Peñailillo, (nunca bien ponderado), Ministro del Interior. Para terminar con la destrucción de los candados, la senadora, Ximena Rincón, (hoy militante del Partido Demócratas), terminó por destruir el último de los candados, reduciendo el quórum de 2/3 a 4/7 para reformar todos los capítulos de la Constitución, hecho que, por ejemplo, hizo perder su carácter pétreo a la Constitución de 1980.
El hecho de que la ciudadanía desprecie a los políticos es un fenómeno no sólo chileno, sino que se extiende a la mayoría de los países a nivel mundial que, tarde o temprano, terminará en la democracia directa o, lo que es más grave, en un autoritarismo no muy distinto de lo ocurrido en la Europa de los años 30, del período entreguerras. Algunos líderes autoritarios contemporáneos se disfrazan de liberales, seguidores de la Escuela Austriaca, mientras que otros, no guardan ningún temor en asimilarse a Mussolini, en Italia, o al nazismo hitleriano, en Alemania.
En el caso chileno, la única salida posible al actual colapso democrático es un Acuerdo entre partidos políticos, (hoy, cada vez más balcanizados), como efecto del sistema proporcional D´Hondt, el cual permite que se elija a muchos de los representantes de los ciudadanos, incluso con el 2% de los electores, (se repite el caso conocido del sistema proporcional durante el período republicano, en el cual un regidor, (actual concejal), era elegido con un voto, es decir, el suyo propio).
Así como fue necesario limpiar la Constitución de 1980 haciendo desaparecer los candados del sistema reinante, así también el sistema político actual tendrá que ser sometido a un lavado completo, a fin de evitar que la ciudadanía elija a un “salvador autoritario”, cuadro que no está muy lejos de ejecutarse, pues la ciudadanía, que margina a los políticos, también lo hace respecto a la democracia representativa, y a tal grado que el derecho a votar obligatoriamente constituya un castigo.
Un sistema político-electoral, ahora, con 22 Partidos, (sólo comparable al número de Partidos del segundo período de Carlos Ibáñez del Campo), y que, además, podría llegar a 25-26, hace ingobernable por la división de poderes y la tarea de legislar.
Por otra parte, el presidencialismo a la latinoamericana, que se aplica en Chile, ha pasado de ser una monarquía presidencial a una permanente contradicción entre dos minorías: un Presidente que, al muy corto andar, con una minoría parlamentaria que lo paraliza del todo, sumado a un rechazo ciudadano que impide la acción del Ejecutivo, y transforma al Legislativo en un conjunto de castas de “señores feudales”, que se reparten el poder y las prebendas. Siempre he creído que el sistema presidencialista de doble minoría, (sólo factible desde el año 1932 hasta la caída del Presidente Salvador Allende, en 1973), pudo desarrollarse, en la mayoría de los casos, por la alianza entre los Partidos existentes, minoritarios, tanto en el Ejecutivo como en el Congreso. Al fin y al cabo, el Presidente podía gobernar con sólo 1/3 de los parlamentarios.
En la actualidad, en el sistema político chileno, en lucha permanente entre los dos extremos, (izquierda y derecha), las alianzas son, en la práctica, casi imposibles. El Presidente Gabriel Boric, (no tiene características ni atribuciones de rey), se le hace casi imposible gobernar a causa de ser minoritario en el Congreso, razón por la cual, se ha visto obligado a administrar el Estado, cada vez más exigente acorde con los nuevos tiempos, sumado a una ciudadanía que ya no puede ser amaestrada por sus dirigentes, y que tiende a rechazar el sistema de partidos políticos, propios del presidencialismo.
El único sistema propiamente democrático – a mi modo de ver – es el sistema parlamentario, sin embargo, al desaparecer una clase política trasparente, culta, dotada de hábitos democráticos permanentes, y con verdadera vocación de servicio público, no parece viable en la actualidad.
En los tres intentos constitucionales, (el de los Presidentes Bachelet, la Constituyente y el último, de Consejeros), no aportaron nada respecto al problema principal de la democracia chilena, que reside en el sistema político, lo cual sí demuestra la capacidad y la inteligencia del elector chileno actual que con razón, los ha rechazado por no cumplir la función fundamental de toda Constitución: el equilibrio y reparto del poder político.
Por mi parte, dudo que la clase política hoy haya aprendido un mínimo durante el periodo de cuatro años, en que se intentó que la ciudadanía apoyara el proyecto de Constitución.
El prometer la suspensión del debate constitucional, al menos durante el período del gobierno del Presidente Gabriel Boric, demuestra sentido común, sin embargo, la discusión sobre el sistema político electoral es fundamental para dar gobernabilidad al país. En consecuencia, debe ser una tarea prioritaria, al menos, durante este período. Chile no puede continuar con una democracia sorda, ciega, renga…